lunes, 22 de abril de 2013

La culpa es de tu mirada, que me despista.


Lo recuerdo como si hubiese sido hoy (quizás lo ha sido) y me duele como si hubiese sido así toda una eternidad. Me levanté y no me encontré entre tus brazos, tampoco a ti entre mis sábanas. Y te llamé y te llamé, grité tu nombre tantas veces que acabó por desgastarse y olvidé como te llamabas. Pregunté a las paredes por ti, también a la ropa que dejamos la noche anterior tirada por el suelo, le pregunté a la brisa, a la primavera, a los coches… a mis noches. Nadie supo de ti, ni de tu risa, ni del lunar que escala a escasos MILÍMETROS de tu boca. Nadie supo de ti. Al igual que nadie supo nunca (ni sabrá) la forma en la que se me erizaba el vello cada vez que me susurrabas al oído. Nadie supo de ti, por lo que decidí buscarte. Te busqué en el cajón, en la madrugada, en los suspiros, incluso en el olor de tu perfume… Y nada. Te busqué en el hielo de tu copa, en la parte de mi cuello que tanto te gustaba besar, en las calles por las que solíamos caminar… Y nada. Te busqué y tropecé mil veces conmigo misma, perdí el equilibrio en un recuerdo. Te busqué y tan solo encontré promesas nunca cumplidas, una postal de Barcelona y pedazos… No recuerdo muy bien de qué.

Mentiría si dijese que no te echo de menos.